Las noches de los días anteriores a lo que he de ver, suelo soñar con aquello. Esta propiedad de algunos de mis sueños ha sido compartida con varios. Muchos, al concluir la explicación, miran absortos hacia mis ojos, los cuales asumo se llenan de algo, de color tal vez. Para los menos la explicación es irracional, pues adivinar lo que nos viene puede sonar a mentira o a un intento del ego por subir un escalón.
Lo cierto es que sueño aquello que he de vivir.
Con el tono onírico azul y difuminado, estos descubrimientos los comparo en el momento que veo aquello que he soñado. Son lugares, las más de las veces, y personas al lado de los lugares. Las tramas no concuerdan, usualmente, pero sí los lugares... y las personas.
He sentido la necesidad de escribirlos, hacer una especie de libro de premoniciones, pero luego caigo en cuenta del lector, aburrido de saber historias que no ha de vivir, pues he de ser yo el único quien transita los parajes conscientes. Por ello, si alguna vez escribo algo sobre algún sueño, tendré que haber soñado algo que transito con alguien, alguno que sepa que esto soñado lo ha soñado también.
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